miércoles, 28 de julio de 2010

«La principal causa de la difusión de la ignorancia es el hecho de que todos saben leer y escribir». Peter de Vries

Si, saben leer las revistas de chismes, las novelas baratas y los libros de autoayuda. Leamos nuestro interior...leamos el campo, el cielo y los aromas. Gocemos la tierra mojada.

jueves, 1 de julio de 2010

Son míos...


Hace algunos años en la comunidad de Santiago Tlatepusco habitaba un hombre el cual se dedicaba, entre otras cosas, a la cacería, éra su pasatiempo. Diariamente salía con rifle en mano, ya fuese en su milpa o en el monte virgen, él se dedicaba a tirarle al tejón, al mazate, al tepezcuintle, al tigrillo, al jaguar o a lo que fuera; éra muy buen cazador ya que casi siempre mataba a la presa, aunque en algunas ocasiones se le escapaba el animal herido por los dsiparos.
En cierta ocasión estaba en su milpa y no se percató de que lo observaba un tigrillo, el cuál hizo que el hombre se quedara dormido; una vez que se despertó se dio cuenta de que estaba en el interior de una cueva, asustado trató de huír, sin embargo una voz le habló diciendole:
"Mira, todos los animales que tu has matado éran míos y también todos los que dejas malheridos y que llegan hasta aquí para que yo los cure, también son míos. Solo tienes dos opciones: morirte aquí o comprometerte a que nunca más volverás a cazar ni hacer daño a animal alguno" Eso dijo la voz.
El hombre no quería morir, por lo que se comprometió con el Dios del monte que nunca más volvería a hacerle daño a ningún ser viviente. Una vez hecha la promesa se quedó dormido y al despertar se vió nuevamente en su milpa. Él jamás volvió a cazar, así cumplió su promesa con el Dios, salvó su vida y respetó el derecho de todos los seres vivientes que habitaban con él.

Historia narrada por Don Agustín Miguel Agustín, comunero de Santiago Tlatepusco municipio de Usila, Oax. y presidente del Comité de Recursos Naturales de la Chinantla Alta, AC. (CORENCHI).