jueves, 1 de julio de 2010

Son míos...


Hace algunos años en la comunidad de Santiago Tlatepusco habitaba un hombre el cual se dedicaba, entre otras cosas, a la cacería, éra su pasatiempo. Diariamente salía con rifle en mano, ya fuese en su milpa o en el monte virgen, él se dedicaba a tirarle al tejón, al mazate, al tepezcuintle, al tigrillo, al jaguar o a lo que fuera; éra muy buen cazador ya que casi siempre mataba a la presa, aunque en algunas ocasiones se le escapaba el animal herido por los dsiparos.
En cierta ocasión estaba en su milpa y no se percató de que lo observaba un tigrillo, el cuál hizo que el hombre se quedara dormido; una vez que se despertó se dio cuenta de que estaba en el interior de una cueva, asustado trató de huír, sin embargo una voz le habló diciendole:
"Mira, todos los animales que tu has matado éran míos y también todos los que dejas malheridos y que llegan hasta aquí para que yo los cure, también son míos. Solo tienes dos opciones: morirte aquí o comprometerte a que nunca más volverás a cazar ni hacer daño a animal alguno" Eso dijo la voz.
El hombre no quería morir, por lo que se comprometió con el Dios del monte que nunca más volvería a hacerle daño a ningún ser viviente. Una vez hecha la promesa se quedó dormido y al despertar se vió nuevamente en su milpa. Él jamás volvió a cazar, así cumplió su promesa con el Dios, salvó su vida y respetó el derecho de todos los seres vivientes que habitaban con él.

Historia narrada por Don Agustín Miguel Agustín, comunero de Santiago Tlatepusco municipio de Usila, Oax. y presidente del Comité de Recursos Naturales de la Chinantla Alta, AC. (CORENCHI).

3 comentarios:

  1. Que hermosa historia ....!!!!

    ResponderEliminar
  2. Será cierto..........estamos en siglo XXI........por eso no progresan

    ResponderEliminar
  3. Es un cuento verdad..... porque algo increible no puede ser. Porque en esta vida no puede suceder algo asi. Ami se me hace que el señor estaba mariguano

    ResponderEliminar